martes, 17 de febrero de 2015

Efemérides musicales con Carlos Salas



ALFONSO y ZABALA Las primeras guitarras del folklore
Autores de numerosos temas musicales, con 50 años de historia profesional con nuestra música como maestros de guitarras dieron a sus alumnos lo mejor de sus sabidurías en el secreto de sus instrumentos criollos jerarquizando en los nuevos valores el aprendizaje de esta disciplina la guitarra. La amistad de estos dos paladines comenzó a partir de los 4 años de edad fecha en que Zabala llegó a Villa Mercedes procedente de Ojo del Rio en Sta Rosa del Conlara en compañía de sus padres. Ya en Bs. As. muy jovencitos empezaron en el conjunto Los Trovadores de Cuyo junto a Hilario Cuadros y La tropilla de Huachi Pampa con B. Luna entrando asi por la puerta grande del decir apasionado de nuestro cancionero regional y nacional. También con Marcos Lopez y sus Troperos de Pampa de Achala tuvieron la oportunidad de grabar algunos temas tradicionales, uno de ellos "Criollo Renqueño" que dedicaran a la Villa histórica de Renca y los festejos a su Santo Patrono que se rememora los 3 de Mayo.
Autores de la famosa cueca “La Calle Angosta”: "Mirá Zavalita, esta cueca va a ser tan popular como Luna tucumana y La López Pereyra", le vaticinó Oscar Valles, de Los Quilla Huasi. Y, efectivamente "La cueca, un ritmo característico de San Luis, es pura guitarra. Proveniente de la corriente andaluza que llegó desde Chile, es bailable y expansiva, llena de galanteo y seducción, aunque sin la carga erótica de la zamba", dice Ricardo Miranda, nieto de Don Cándido Miranda, fundador del legendario Boliche de los Miranda que menciona la canción. Justamente, la cueca de Zavalita es su tributo sencillo, localista, descriptivo, de una callecita ("la de una vereda sola...") que se extiende paralela a las vías del Ferrocarril San Martín. La callecita arrancaba en la avenida Los Alamos y terminaba en el molino harinero Fénix, contaba con una serie de almacenes de ramos generales (Don Manuel, Los Miranda y, enfrente, el del vasco "Don Calixto, ¡casi nada!") en los que se vendía la gaseosa nacional chinchibirra, alpargatas o ginebra Bols, sonaban las guitarras de changarines, cocheros de plaza y cantores.
Desde que con su inmenso talento musical, sus sonrisas permanentes, su autenticidad irrebatible y su amor por su tierra querida, llegaron a Buenos Aires y le pusieron serenidad de Tonada y alegría de Cueca a las calles porteñas, siempre imponentes y apresuradas. 


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