Desandando
camino.
Saliendo
de Santiago capital, la primera cita es con el Museo Ashpap Rimainyn
de San Pedro, Voz de la tierra en quichua. Gestado, organizado y
atendido por su propia comunidad, es el portal de bienvenida del
nuevo tramo turístico. Allí hay piezas valiosísimas, como puntas
de flechas, viejas vasijas y una rueda de quebracho que fue parte de
un carruaje de varios siglos atrás, rescatada antes de ser utilizada
como leña. Apenitas después, ya a 27 kilómetros de la capital, la
Feria de Upianita es el centro de las actividades del fin de semana.
Un típico patio santiagueño donde sobra tierra y alegría, y donde
cada sábado los quinchos desbordan de puestos con artesanos que
venden y enseñan las virtudes de productos naturales como la
algarroba, el mistol, la tuna y ajíes de monte. Del otro lado, la
humareda de cabritos, lechones, locros y empanadas, pasteles de
charqui, chipacos y roscas calientes completan la rica gastronomía
santiagueña. El punto fuerte son los espectáculos folklóricos, con
personajes destacados de la cultura popular. Esa conjunción hizo que
Upianita inserte en el mercado laboral a más de 60 familias, con
insumos y trabajo regional, recibiendo capacitación (otro fuerte del
programa) para ser guías de su lugar, con eje en la importancia del
trabajo familiar, lo artesanal y la necesidad de transmitir
generacionalmente las técnicas y saberes. Manogasta, viejo pueblo
precolombino, sigue la ruta de tierra con un curioso y enorme
algarrobo en el centro del camino. Ese árbol es el lugar donde
descansó San Martín, a quien se dedica un monumento en la puerta de
la capilla Santa Bárbara. A pocos kilómetros está Tuama, centro de
la vida social, económica y política en las primeras horas de la
conquista, punto donde se toparon las corrientes expedicionarias de
Chile y Perú. Cuentan que durante el siglo XVIII la localidad
alcanzó el mayor prestigio, según consta en los documentos de la
época que muestran al Curato de Tuama como uno de los más grandes
de la región. Allí hoy se trabaja en la restauración de la Capilla
de Inmaculada Concepción, en el sendero que conduce a Villa
Silípica. Recordada como posta del “indomable cacique Chanamba”,
Silípica es de las más antiguas localidades de la provincia. Su
veneración a la Virgen de Monserrat habla del paso de los españoles,
que dejaron marcada con sangre su presencia, apropiándose de tierras
y vidas, dando un vuelco significativo a la historia y transformando
la geografía física y social santiagueña. Sin embargo algunas
usanzas, como la fabricación de erkes, se han conservado y son clave
en cada procesión lugareña, conocidas como “Vivas” y
“Corridas”, carreras de promesantes en homenaje a sus santos
patronos. Sumamao, finalmente, teje un espacio mítico que remonta a
siglos pasados, cuando dejó de ser una encomienda para transformarse
en administración directa del gobierno, y ya en 1816 arrendado junto
con otros lugares para sufragar los gastos de representación en el
Congreso nacional por el Cabildo de Santiago. Los restos del primer
molino harinero aún descansan entre la naturaleza del lugar, y el
campanario sostenido por horcones de quebracho colorado anuncia la
llegada a la capilla de la Virgen de las Mercedes. Aquí se realiza
la festividad de San Esteban, paradigmática de la moderna
religiosidad santiagueña. No muy lejos y hacia el sur, ya por fuera
del actual camino, Atamisqui trae las añoranzas de una villa
pacífica que se relaciona con el arte de manera cercana: cuna de
prestigiosas teleras y sede de la Fundación Música Esperanza,
creada por Miguel Estrella para difundir y promover la música
folklórica, encuentra en Elpidio Herrera la creación de la sacha
guitarra, instrumento musical único en el mundo que él mismo
interpreta y posee su propio museo. En el otro extremo, Vinará
(donde se firmó la paz entre las provincias de la región) resurge
como botón de muestra de los nombres que poco a poco se van
conociendo más, llenos de riqueza y huellas arqueológicas que aún
no han sido acondicionados. Pero de a pasitos lentos, beneficiando ya
a 4500 habitantes, el trabajo va sembrando las bases de una mirada
realmente federal que va haciendo su nuevo camino
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