"SENDEROS
DE MIL HISTORIAS Por allí pasaron caudillos, chasquis, ejércitos
patriotas, arrieros, comerciantes, misioneros, conquistadores
hispanos y hombres de pueblo, conectando nuestro actual territorio
con el Alto Perú. Hasta los generales San Martin y Belgrano, nada
menos. Hoy un programa provincial rescata sus pueblitos y sus gentes,
en una puesta en valor de la cultura ancestral santiagueña. Tanto
atesora Santiago, “Madre de Ciudades”, que no hay relato que
alcance: la música folklórica nativa desprendida de poetas y
cantores, con sus peñas jóvenes a la luz de las estrellas y las
voces valiosas de los mayores; las lenguas ancestrales como el
quichua en su interior profundo, donde nacen míticos personajes y
leyendas; y toda una memoria cargada de recuerdos tan intangibles
como valiosos, más olvidada que protegida. Hoy, por el centro de ese
cuerpo marrón que huele a mistol desde siempre y carga ritmos de
chacarera, un camino está emergiendo, resucitando y proyectando un
futuro para su gente. El viejo Camino Real, que supo unir el Alto
Perú con algunas de nuestras provincias y hasta el puerto de Buenos
Aires, es la excusa para devolverle el protagonismo a una parte
central del patrimonio regional. De ayer a hoy. Fue Heráclito quien
dijo que nadie se baña dos veces en el mismo río. El Mishki Mayu,
la cinta plateada que baja de las cumbres y es el alma de los
santiagueños y sus montes, guarda la memoria de otros tiempos de
esplendor, cuando un camino que corría paralelo fue testigo del
nacimiento de nuestra patria. La dependencia económica y política
con el norte durante gran parte del período colonial llevó a
consagrar aquella ruta como la gran vía de comunicación, cuya
cabeza sur fue Santiago del Estero, declarada capital política,
religiosa y militar de la antigua y extensa provincia del Tucumán.
Ladeando el Dulce en todo su paso santiagueño por casi 400
kilómetros, se conjugó un enorme bagaje cultural, valioso
físicamente por las capillas, monumentos y sitios arqueológicos; y
en lo espiritual por las creencias religiosas, los modos de vida y
esas leyendas bien santiagueñas que hablan de La Telesita, El Kakuy
o La Salamanca. “La recuperación del sentido histórico de la
antigua ruta colonial pone su objetivo en los pueblos, sus costumbres
y las vidas que han quedado invisibilizadas con el desarrollo y la
modernidad. Hoy es tiempo de recuperar este tesoro que tenemos desde
una práctica responsable y respetuosa, que promueva la interacción
y comunicación, con posibilidades de mejorar la calidad de vida de
su gente”, asegura Alicia Montenegro, del programa Desarrollo
Turístico Estratégico Sustentable y Participativo, surgido en la
Subsecretaría de Turismo para la recuperación del Camino Real. La
idea es dar “vuelo” turístico a ciertos pueblos clave para que,
sin alterar su vida diaria, sean un motivo más para conocer el pago.
Así, a lo largo del recorrido se conocen los “Pueblos de Indios”,
anteriores a la llegada de españoles y que fueron invadidos tanto
por poseer buenas cosechas como por encontrar allí la materia prima
esclava que los conquistadores necesitaban. Centro de la vida cívica,
social, política (cabildo, capitales, curatos religiosos) y
económica de toda la región (primeros molinos harineros, grandes
cultivos), se dio en torno a ellos un encuentro brutal entre la
cultura hispánica y la preexistente: aún hoy es posible ver en un
mismo altar las imágenes religiosas pertenecientes a los primeros
indicios de la evangelización, junto a hojas de coca y cultos a la
Pachamama. “En la mayoría de los pueblos, el Instituto
Sanmartiniano ha señalado monumentos a las antiguas postas”,
explican los responsables de la puesta en valor del itinerario. El
éxodo rural, producto de la falta de oportunidades, las no políticas
de reactivación productivas y el casi nulo acceso a servicios,
provocó la reducción de la población y economías domésticas de
subsistencia para quienes se quedaron. La reorganización
gubernamental de las localidades, cooperativas y sociedades de
fomento haciendo foco en lo propio como valor fue una de las claves
adonde se apuntó, siempre bajo el concepto circular de desarrollo
turístico, sustentado en la mejora social, cultural, educativa,
sanitaria y ambiental. Pero no fue fácil, y surgió un problema al
inicio del programa, por la enorme extensión del territorio y la
lejanía con ciudades base para dormir, comer y distenderse. Por eso
la primera etapa del circuito involucra la recuperación de sólo
cinco localidades, que van desde la capital hasta la localidad de
Loreto. Se trata de San Pedro (1500 habitantes), Manogasta (1100),
Tuama (173), Villa Silípica (800) y Sumamao (900), junto con parajes
de influencia. En todos se destacan las capillas por su valiosísima
imaginería religiosa, así como antiguos cementerios y celebraciones
que unen lo popular con lo místico permanentemente. Las producciones
son netamente artesanales a nivel gastronómico (quesos de cabra,
arropes de tuna y preparados con harina de algarroba), mientras
costumbres antiguas como los paseos en sulky envuelven los pueblos a
los que llegan familias y amigos a zapatear y zarandear con la música
folklórica a cuestas, hasta que la macha los sorprenda. Desandando
camino. Saliendo de Santiago capital, la primera cita es con el Museo
Ashpap Rimainyn de San Pedro, Voz de la tierra en quichua. Gestado,
organizado y atendido por su propia comunidad, es el portal de
bienvenida del nuevo tramo turístico. Allí hay piezas valiosísimas,
como puntas de flechas, viejas vasijas y una rueda de quebracho que
fue parte de un carruaje de varios siglos atrás, rescatada antes de
ser utilizada como leña. Apenitas después, ya a 27 kilómetros de
la capital, la Feria de Upianita es el centro de las actividades del
fin de semana. Un típico patio santiagueño donde sobra tierra y
alegría, y donde cada sábado los quinchos desbordan de puestos con
artesanos que venden y enseñan las virtudes de productos naturales
como la algarroba, el mistol, la tuna y ajíes de monte. Del otro
lado, la humareda de cabritos, lechones, locros y empanadas, pasteles
de charqui, chipacos y roscas calientes completan la rica gastronomía
santiagueña. El punto fuerte son los espectáculos folklóricos, con
personajes destacados de la cultura popular. Esa conjunción hizo que
Upianita inserte en el mercado laboral a más de 60 familias, con
insumos y trabajo regional, recibiendo capacitación (otro fuerte del
programa) para ser guías de su lugar, con eje en la importancia del
trabajo familiar, lo artesanal y la necesidad de transmitir
generacionalmente las técnicas y saberes. Manogasta, viejo pueblo
precolombino, sigue la ruta de tierra con un curioso y enorme
algarrobo en el centro del camino. Ese árbol es el lugar donde
descansó San Martín, a quien se dedica un monumento en la puerta de
la capilla Santa Bárbara. A pocos kilómetros está Tuama, centro de
la vida social, económica y política en las primeras horas de la
conquista, punto donde se toparon las corrientes expedicionarias de
Chile y Perú. Cuentan que durante el siglo XVIII la localidad
alcanzó el mayor prestigio, según consta en los documentos de la
época que muestran al Curato de Tuama como uno de los más grandes
de la región. Allí hoy se trabaja en la restauración de la Capilla
de Inmaculada Concepción, en el sendero que conduce a Villa
Silípica. Recordada como posta del “indomable cacique Chanamba”,
Silípica es de las más antiguas localidades de la provincia. Su
veneración a la Virgen de Monserrat habla del paso de los españoles,
que dejaron marcada con sangre su presencia, apropiándose de tierras
y vidas, dando un vuelco significativo a la historia y transformando
la geografía física y social santiagueña. Sin embargo algunas
usanzas, como la fabricación de erkes, se han conservado y son clave
en cada procesión lugareña, conocidas como “Vivas” y
“Corridas”, carreras de promesantes en homenaje a sus santos
patronos. Sumamao, finalmente, teje un espacio mítico que remonta a
siglos pasados, cuando dejó de ser una encomienda para transformarse
en administración directa del gobierno, y ya en 1816 arrendado junto
con otros lugares para sufragar los gastos de representación en el
Congreso nacional por el Cabildo de Santiago. Los restos del primer
molino harinero aún descansan entre la naturaleza del lugar, y el
campanario sostenido por horcones de quebracho colorado anuncia la
llegada a la capilla de la Virgen de las Mercedes. Aquí se realiza
la festividad de San Esteban, paradigmática de la moderna
religiosidad santiagueña. No muy lejos y hacia el sur, ya por fuera
del actual camino, Atamisqui trae las añoranzas de una villa
pacífica que se relaciona con el arte de manera cercana: cuna de
prestigiosas teleras y sede de la Fundación Música Esperanza,
creada por Miguel Estrella para difundir y promover la música
folklórica, encuentra en Elpidio Herrera la creación de la sacha
guitarra, instrumento musical único en el mundo que él mismo
interpreta y posee su propio museo. En el otro extremo, Vinará
(donde se firmó la paz entre las provincias de la región) resurge
como botón de muestra de los nombres que poco a poco se van
conociendo más, llenos de riqueza y huellas arqueológicas que aún
no han sido acondicionados. Pero de a pasitos lentos, beneficiando ya
a 4500 habitantes, el trabajo va sembrando las bases de una mirada
realmente federal que va haciendo su nuevo camino
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